La condena fue el final de un extenso proceso, con numerosas
interrupciones -algunas técnicas y otras relacionadas con la salud de Áñez- y
constituye la primera resolución de relevancia sobre la salida obligada del
poder del entonces presidente Evo Morales y el gobierno de facto que asumió en
su lugar.
Antes de escuchar la decisión de la Justicia, en sus últimas
palabras, Áñez dijo que fue sometida a un “simulacro de juicio”, remarcó que
actuaría “de la misma manera” si se repitieran las circunstancias por las que
asumió la presidencia y denunció que al Tribunal “el poder político le exigía
un juicio exprés para tener una sentencia exprés”.
En este caso, denominado Golpe de Estado II, en el que Áñez y
exjefes policiales y militares fueron procesados por decisiones contrarias a la
Constitución, se investigó a la exsenadora por las acciones que tomó cuando era
segunda vicepresidenta de la Cámara alta para asumir la Presidencia del Estado
de forma irregular.
Para la defensa de Áñez, no debió juzgarse a la exmandataria
por la vía ordinaria, sino que debería haber habido un juicio de
responsabilidades en el Congreso, pero los denunciantes -y la justicia-
argumentaron que se juzgaron acciones previas a la gestión.
“En ningún momento he vulnerado la Constitución Política del
Estado o he emitido normas u órdenes contrarias. Y esto se ha podido evidenciar
en todas las declaraciones y en todas las pruebas. Fui sometida a estas
cansadorísimas horas de juicio porque el poder político les exigía un juicio
exprés para tener una sentencia exprés”, señaló Áñez.
El tribunal debió trasladarse al penal de Miraflores para
escucharla y luego hizo lo mismo al Penal de San Pedro para el turno de los
excomandantes Flavio Arce y Pastor Mendieta.
Áñez se quejó de que se le negó “absolutamente todo” durante
el proceso, lamentó “las exquisiteces” del Tribunal, que rechazó pruebas de su
defensa y atribuyó esas actitudes a la necesidad de “tener el camino expedito
para tener una sentencia condenatoria”.
Insistió en que en 2019 hubo “vacío d
La exmandataria advirtió que se excluyó, entre la
documentación descartada, el comunicado del Tribunal
“Yo tuve el Gobierno, pero nunca tuve el poder. Tuve bloqueos
en la Asamblea (Legislativa); era un Gobierno simplemente de transición. En un
año pudieron haber hecho cualquier denuncia en la Cámara de Senadores, pero no
lo hicieron; trabajamos en coordinación”, remarcó.
Y agregó: “Bolivia sabe que esos delitos no los he cometido.
Bolivia sabe que fui una consecuencia de todo lo que sucedió el 2019. Aquel que
cometió incumplimiento a la Constitución, irrespetando hasta un referendo, está
feliz y libre haciendo política. Para él hay impunidad. Esa es la justicia que
tenemos en Bolivia”.
La referencia fue al exmandatario Evo Morales, a quien no
mencionó, que había perdido una consulta popular sobre la chance de un nuevo
mandato.
En La Paz, Cochabamba y Sucre se habían instalado vigilias de
víctimas de la dictadura y seguidores del oficialismo, a la espera de la
sentencia.
Las cuatro partes acusadoras, la Fiscalía, el Ministerio de
Gobierno, la Procuraduría y el titular del Senado, Andrónico Rodríguez- habían
coincidido en un pedido de 15 años de prisión.
Cuando la sentencia todavía era una incógnita, un grupo de
cerca de 20 expresidentes de América Latina y España calificó de «arbitrario,
abusivo, ilegal e inconstitucional» el juicio, y opinó que la ONU, la OEA y la
UE lo deberían repudiar.
En una declaración publicada por la Iniciativa Democrática de
España y las Américas (IDEA), 23 exjefes de Estado y de Gobierno defendieron a
Áñez y juzgaron que «preservar el hilo constitucional y las reglas de sucesión
en medio de toda crisis política, como lo muestra la experiencia en América
Latina, es el antídoto contra las aventuras militaristas y sus golpes de
Estado».
«La expresidenta está detenida ilegalmente. Estando detenida
se le abrió este proceso carente del mínimo fundamento. Le han desdoblado las
acusaciones con tipificaciones abrogadas», señalan.
Por ello y por «el enorme daño que significa para las
democracias en la región criminalizar la preservación del hilo constitucional»,
los exgobernantes consideran que los «testigos y facilitadores» de la
transición constitucional presidida por la expresidenta Áñez deberían «repudiar
la intención de sentenciarla de forma arbitraria, abusiva, ilegal e
inconstitucional».
El documento está firmado, entre otros, por el costarricense
Óscar Arias, el español José María Aznar, los mexicanos Vicente Fox y Felipe
Calderón y los expresidentes bolivianos, Carlos Mesa y Jorge «Tuto» Quiroga.
Áñez tiene pendientes otros dos juicios, uno el “caso Golpe
de Estado I”, por sus actos como presidenta y otros por las muertes ocurridas
durante las llamadas masacres de Sacaba y Senkata, en las que se reprimió a
protestas callejeras.